Darwin y la teoría de la evolución
¿De dónde venimos?
Durante miles de años, los mitos, los cuentos, y las religiones ofrecieron las únicas respuestas a la pregunta más importante de todos los tiempos: ¿De dónde venimos? Hasta principios del siglo XIX, en casi todo el mundo dominó la idea de que tanto la naturaleza como las especies vivas fueron creadas. Se pensaba que los seres vivos fueron creados y existen hoy tal y como fueron diseñados desde el comienzo. Esta idea del origen se conoce como creacionismo o fijismo, pues se basa en la idea de que la vida es fija e inalterable.
Por otro lado, los antiguos sabios griegos habían planteado ya la idea de que los seres vivos no fueron creados, sino que evolucionan. Pero no fue sino hasta el siglo XIX que las ciencias naturales realizaron descubrimientos que cuestionaban la concepción fijista y apoyaban la idea de la evolución. El hallazgo de fósiles de animales nunca vistos, y las semejanzas entre los organismos vivos actuales y algunas especies extinguidas, hacían que los científicos de entonces dudaran de la concepción fijista.
La Teoría de la Evolución de Darwin.
Por esos mismos años, un científico inglés, Charles Darwin (1809-1882), reflexionaba sobre la gran cantidad de observaciones que había realizado en los viajes que hizo por el mundo a bordo del barco Beagle. Lo que observó y anotó en su diario de viaje le hacía pensar que existían pruebas de que la vida evoluciona y que unas especies se originan de otras. Darwin publicó sus ideas en un libro llamado El origen de las especies, que se publicó en 1859 y es posiblemente el libro científico más influyente de todos los que se han escrito. En este libro, Darwin propuso su teoría de la evolución, que explicaba cómo y por qué las especies de plantas y animales cambian tras largos periodos de tiempo, y cómo surgen nuevas especies.
En resumen, la teoría de la evolución de Darwin explica que los seres vivos están en continua competencia entre sí, para ganar espacio, alimento, y parejas. Y que sólo los mejor adaptados o “más aptos” sobreviven para reproducirse y transmitir sus genes.